A lo largo de la reciente historia, se han hecho muchos experimentos con chimpancés y primates. Muchos de ellos han sido crueles aunque , según muchos, necesarios para conseguir la información necesaria para salvar las vidas, que parece que son las importantes: las vidas humanas.
No quiero en esta ocasión, entrar en el debate sobre si es buena o no la experimentación con animales, conveniente, cruel, interesada, cómoda o inhumana...
Algunos de estos experimentos, sin embargo, no han sido demasiado dolorosos o crueles, arrojando algunas teorías interesantes sobre cómo nos sentimos dependientes de otros individuos, en este caso de la madre.
La teoría del
apego psicológico hacia otras personas, de cómo el ser humano siente el impulso de estar cerca de otros, la necesidad imperiosa de una caricia, una mirada...
Funcionar, sin embargo, desde el
desapego, tiene ciertas ventajas sobre la

dependencia del llamado amor (tal como lo entendemos todos). Somos libres y hacemos libre al otro, al no sentirse obligado a estar cerca, a dar esas cosas que necesitaríamos recibir para sentirnos bien....
Ahora bien... vivir instalado en el desapego no creo que sea posible. Tal vez de cierta forma sí, como protección, como distancia para poder actuar más libremente en la vida.
Pero qué sería del ser humano, de nuestra carne, de nuestros sentimientos, sin ese contacto físico, sin ese abrazo, esa caricia... Al fin y al cabo, es una de las características de todos nosotros, el apego, la dependencia, la exigencia de fidelidad y exclusividad que a veces asfixia y otras reconforta.
Uno de los experi

mentos más relevantes respecto del apego más básico, lo llevó a cabo el psicólogo Harry Harlow.
Observó que los monitos se aferraban a un trozo de toalla andrajoso y no querían separarse de él. Al igual que algunos bebés con su mantita.
Hasta entonces (1950) el apego por la madre era siempre asociado a que ésta proporciona alimento, instinto básico de supervivencia.
Harlow, daba de comer él mismo a los pequeños primates con biberones de plástico, y cuando retiraba la comida, los animales podían protestar con más o menos intensidad, pero al intentar quitarles la toalla andrajosa que arrastraban, los pequeños se volvían locos... gritaban y gesticulaban como si les hubieras quitado la vida misma... Esto le llevó a su experimento sobre el apego:
Se fabricó una madre de sustitución de alambre... con el torso cubierto de cuadrados metálicos y una sola mama rígida en el "centro ventral". La mama tenía un pezón de acero con un pequeño orificio que suministraba leche de mona.
Y se hizo otra madre de sustitución con un cucurucho de cartón recubierto de felpa, pero ésta sin leche.
Así lo describe el libro "Cuerdos entre locos":
"Diseñamos la madre de sustitución en consonancia con los fundamentos de ingeniería humana (...) Fabricamos un cuerpo perfectamente proporcionando, racionalizado, sin bultos ni apéndices innecesarios. Se evitó la redundancia en el sistema de la
madre de sustitución mediante la reducción del número de mamas, de dos a una, y se situó esta única mama en posición sagital en la parte superior del tórax para maximizar las capacidades naturales, las motrices y perceptivas conocidas de la cría operadora (...) lo cual dio como resultado una madre blanda, cálida y tierna, con paciencia infinita, disponible las veinticuatro horas del día (...) que además constituyó una máquina maternal de máxima eficiencia en mantenimiento, puesto que el fallo de cualquier sistema o función podía resolverse por simple sustitución de cajas negras y componentes de recambio. En nuestra opinión, el diseño resultante fue una madre mona muy superior, aunque no es opinión compartida universalmente por los padres monos."Una vez los monitos se hubieron calmado tras la separación traumática de su verdadera madre.. comenzaron a ver los sorprendentes resultados.
Se les puso dentro de la jaula dos madres de sustitución: la de alambre, que proporcionaba alimento y la de

tela con el pecho vacío y una dulce sonrisa...
Los monitos se acercaban a la madre de felpa, se agarraban a ella, le hacían carantoñas y pellizquitos se acurrucaban cerca de ella, sintiendo el contacto de aquella tela inerte pero suave. Le acariciaban la cara y pasaban horas y horas sobre ella...
Cuando sentían hambre acudían veloces a la madre de alambre a comer y rápidamente volvían a refugiarse con la mami de toalla.
Harlow, comparó los tiempos que los animales pasaban tomando su alimento y el tiempo que pasaban haciéndose mimos...
El resultado fue sorprendente:
"No nos sorprendió descubrir que el consuelo a través del contacto fuera una importante variable esencial del afecto o del amor, pero no esperábamos que eclipsara tan rotundamente a la variable de la lactancia; la disparidad es ciertamente tan grande como para pensar que la función primordial de amamantar (...) es la de asegurar el contacto físico íntimo y frecuente de la cría con la madre" Harlow estaba estableciendo la idea de que el amor nace del contacto, no del gusto, razón por la que, cuando la madre deja de producir leche, como sucede inevitablemente, el niño sigue amándola y, después, toma ese amor, el recuerdo de ese amor y lo reproyecta fuera, de forma que todo momento de interacción es repetición y revisión del contacto táctil primero. "Es bien cierto que el ser humano no vive solo de leche" dice Harlow...De todo esto, se deduce que aquellas teorías del doctor Spock, famoso pediatra que proponía el mínimo contacto físico con los bebés, a la hora de enseñarles, por ejempl

o, a dejar de llorar, estaban equivocadas.
Se deduce de este experimento ( y otros muchos estudios posteriores ya con humanos) que el contacto físico es necesario, imprescindible, saludable...
Y yo ahora, me pregunto... ¿Como podemos soportar los internautas esta relación sin piel? Eso... hará de estas relaciones una vía muerta sin posibilidad de continuidad. ¿Estamos pues condenados al fracaso en las amistades virtuales...?
Ahí os dejo estas pequeñas reflexiones y espero vuestras opiniones y alguna solución para nuestro futuro... como seres apegados al contacto físico... o tal vez no...
Tal vez es hora de que algún psicólogo vuelva ha hacer un estudio de cómo los seres humanos somos capaces de encontrar afecto a través de una pantalla...
Un beso,